Esta es una historia real que ocurrió a principios de los ochenta y que fue portada de muchos diarios, pero los problemas que refleja son todavía actuales.
"Conocí a Joan a finales de la primavera de 1.983, poco depués de que enganchara por primera vez mi ordenador personal a un módem y penetrara en el desconocido nuevo mundo de la comunicación online....Su apodo era "Dama habladora". Según las convenciones del medio, las personas utilizan un apodo (generálmente frívolo) cuando utilizan canales abiertos con muchos usuarios, pero cuando dos personas deciden comenzar una charla privada, con frecuencia intercambian información real sobre ellos mismos. Pronto supe que su nombre auténtico era Joan Sue Green, y que era una neuropsicóloga neoyorquina cercana a los treinta, que había quedado grávemente desfigurada en un accidente de coche provocado por un conductor borracho en el que había muerto su novio.
Joan permaneció un año en el hospital, recibiendo tratamiento por los daños sufridos en el cerebro, que afectaban a su capacidad de hablar y caminar. Muda, confinada en una silla de ruedas y con intensos dolores no deseaba vivir. Entonces su mentor, un antiguo profesor de la Universidad John Hopkins, la obsequió con un ordenador, para que lo utilizara específicamente para hacer amigos virtuales.
Al principio su apodo había sido "Dama silenciosa", en referencia a su mudez. Pero Joan podía teclear, que después de todo es una forma de hablar, y poseía una personalidad fresca y brillante que floreció en un medio donde lo físico no cuenta. Joan se hizo popular y su nuevo apodo, "Dama habladora" era un reflejo de sentirse así misma. Durante los siguientes dos años se convirtió en una presencia muy inflyente online, prestando su apoyo a mujeres discapacitadas y convirtiéndose en una inspiración que rompía estereotipos para las personas sanas. Transformó la vida de docenas de mujeres a través de sus numerosas grandes amistades y en ocasiones, idilios virtuales.
Por tanto cuando a comienzos de 1.996, a través de una complicada serie de acontecimientos, se descubrió que Joan no tenía discapacidad alguna, se produjo una tremenda conmoción. Más aún, Joan ni siquiera era mujer: era un hombre al que llamaremos Alex, un prominente psiquiatra de Nueva York de cincuenta y tantos años dedicado a un experimento extravagante y absorvente con el que pretendía comprobar como era el hecho de sentirse mujer y poder vivir amistades íntimas femeninas".
Algunos de los que participamos en relaciones virtuales nos gusta creer que somos una comunidad utópica del futuro, y el experimento de Alex demostró a todos que la tecnología no sirve de protección frente al engaño.
Perdimos nuestra inocencia, si no nuestra fe.
¿Son diferentes las interacciones sociales en el ciberespacio y en los encuentros personales?
Claramente sí, pero nos hemos acostumbrados a cerrar y abrir el ciberespacio de una manera que desvirtúa las relaciones hasta ahora establecidas, efectivamente pienso que tiene sus ventajas y desventajas, pero me planteo si este nuevo sistema está cambiando los valores tradicionales de los que intractuamos.
"Conocí a Joan a finales de la primavera de 1.983, poco depués de que enganchara por primera vez mi ordenador personal a un módem y penetrara en el desconocido nuevo mundo de la comunicación online....Su apodo era "Dama habladora". Según las convenciones del medio, las personas utilizan un apodo (generálmente frívolo) cuando utilizan canales abiertos con muchos usuarios, pero cuando dos personas deciden comenzar una charla privada, con frecuencia intercambian información real sobre ellos mismos. Pronto supe que su nombre auténtico era Joan Sue Green, y que era una neuropsicóloga neoyorquina cercana a los treinta, que había quedado grávemente desfigurada en un accidente de coche provocado por un conductor borracho en el que había muerto su novio.
Joan permaneció un año en el hospital, recibiendo tratamiento por los daños sufridos en el cerebro, que afectaban a su capacidad de hablar y caminar. Muda, confinada en una silla de ruedas y con intensos dolores no deseaba vivir. Entonces su mentor, un antiguo profesor de la Universidad John Hopkins, la obsequió con un ordenador, para que lo utilizara específicamente para hacer amigos virtuales.
Al principio su apodo había sido "Dama silenciosa", en referencia a su mudez. Pero Joan podía teclear, que después de todo es una forma de hablar, y poseía una personalidad fresca y brillante que floreció en un medio donde lo físico no cuenta. Joan se hizo popular y su nuevo apodo, "Dama habladora" era un reflejo de sentirse así misma. Durante los siguientes dos años se convirtió en una presencia muy inflyente online, prestando su apoyo a mujeres discapacitadas y convirtiéndose en una inspiración que rompía estereotipos para las personas sanas. Transformó la vida de docenas de mujeres a través de sus numerosas grandes amistades y en ocasiones, idilios virtuales.
Por tanto cuando a comienzos de 1.996, a través de una complicada serie de acontecimientos, se descubrió que Joan no tenía discapacidad alguna, se produjo una tremenda conmoción. Más aún, Joan ni siquiera era mujer: era un hombre al que llamaremos Alex, un prominente psiquiatra de Nueva York de cincuenta y tantos años dedicado a un experimento extravagante y absorvente con el que pretendía comprobar como era el hecho de sentirse mujer y poder vivir amistades íntimas femeninas".
Algunos de los que participamos en relaciones virtuales nos gusta creer que somos una comunidad utópica del futuro, y el experimento de Alex demostró a todos que la tecnología no sirve de protección frente al engaño.
Perdimos nuestra inocencia, si no nuestra fe.
¿Son diferentes las interacciones sociales en el ciberespacio y en los encuentros personales?
Claramente sí, pero nos hemos acostumbrados a cerrar y abrir el ciberespacio de una manera que desvirtúa las relaciones hasta ahora establecidas, efectivamente pienso que tiene sus ventajas y desventajas, pero me planteo si este nuevo sistema está cambiando los valores tradicionales de los que intractuamos.
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